Que no sea ni mucho menos sencilla la gestión ni la comunicación de una crisis como la del COVID-19 no significa que no podamos sacar alguna conclusiones a tener en cuenta en lo venidero.
Me centraré en este caso en la comunicación, y más concretamente en las intervenciones del presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, tanto desde el Palacio de la Moncloa como desde el Congreso de los Diputados.
En tiempos de crisis, la comunicación debe ser austera, directa y empática. Cuando menos, al presidente Sánchez le han faltado las dos primeras directrices. Esto ha provocado que sus discursos hayan ido languideciendo, resintiendo gravemente a su solvencia y credibilidad.
Después de una primera intervención, la del sábado día 15 de marzo, bastante aceptable, las que le han seguido han sido tan largas como vacías de contenido, lo que ha llevado la inseguridad y la falta de confianza a buena parte de la población.
Hablar mucho no es comunicar bien, y esa debe ser una máxima que debería ser tenida en cuenta por Sánchez y sus asesores ante una crisis que va a dilatarse bastante más en el tiempo de que inicialmente pensábamos.