EUGENIO CAMACHO
Gestionar una crisis de esta envergadura no debe ser nada fácil. El COVID-19 ha cogido con el pie cambiado a los líderes de las primeras potencias mundiales, y aunque algunos países han reaccionado con más capacidad y eficacia que otros, ninguno se libra de las miles de muertes que se podrían haber evitado ni de la profunda crisis económica que ya tenemos encima.
Centrándonos sólo en la comunicación, la gestión del gobierno español está siendo un caos. Aunque el que la lleva la entiende, no se puede improvisar más ni comunicar peor una crisis. Empezando por el desfile diario de demasiadas personas hablando de muchas cosas y terminando por las intervenciones eternas, insufribles y vacías de contenido del presidente del Gobierno.
La saturación de información mal gestionada y coordinada y peor comunicada ha salpicado a casi todos en mayor o en menor medida. Muy especialmente a la ministra de Trabajo, Yolanda Díaz, con una delirante explicación de los ERTE que se ha hecho viral por méritos propios, y de la que no pudo rescatarla siquiera su colega el ministro Escrivá, que asistía estupefacto al espectáculo brindado por su compañera en el Gobierno.
También se ha cebado con la ministra portavoz, María Jesús Montero. Le escuchaba la semana pasada en la SER diciendo que se debía a su “marcado acento andaluz”, pero nada más alejado de la realidad, cuando escuchar a Felipe González es una verdadera delicia. El problema de Montero es su ausencia total de naturalidad en el fondo y en la forma, en el lenguaje no verbal (con destellos continuos de los cristales de sus gafas) y en una entonación impostada y de todo menos medida. Todo ello sin contar con la intervención del general de la Guardia Civil advirtiendo de que vigilan las críticas contra el Gobierno.
De Pedro Sánchez podríamos destacar algunas perlas (el ahorro de queroseno, la agilidad de la banda ancha de Internet), pero sin duda la pormenorización de las fases de la desescalada ha sido su doctorado. Tanto despropósito tiene una fácil explicación: hablar mucho no sólo no es comunicar bien, más bien todo lo contrario, sino que te lleva a errores de bulto no forzados. Un detalle, en su única comparecencia pública durante la crisis, la canciller Angela Merkel despachó en menos un cuarto de hora una intervención breve cuajado de claridad, convicción y liderazgo que ha calado y tranquilizado a la opinión pública alemana.
Escuchaba hoy a Baltasar Garzón, felizmente recuperado del Coronavirus, decir a Julia Otero en Onda Cero que el Ejecutivo español “debería explicar pedagógicamente la prórroga del estado de alarma a los ciudadanos”, ya que “cuando nos limitan derechos lo que necesitamos es entenderlo”. Aviados estamos cuando desde hacer dos meses pretende comunicar y lo único que haces es confundir.